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viernes, 2 de noviembre de 2012

INFORME: La Parada, los detalles de la operación que costó cuatro vidas y siete cargos en la PNP

¿Cómo actuaron los vándalos de La Victoria? ¿Hasta qué punto hubo negligencia de las autoridades? Aquí los pormenores.
(Foto: Alessandro Currariano / El Comercio) ENRIQUE VERA @kiquevera Redacción online: Catorce días antes que la primera molotov ardiera en el jueves negro de La Parada, el hervor de esa tierra de nadie ya había prendido una alerta a la luz del día. Un regimiento del lumpen más selecto había tomado posiciones sobre cuatro puntos estratégicos, y definidos en rigor, para el contraataque a todo intento policial por sitiar los 744 puestos del ex mercado mayorista y al infierno de informalidad circundante. El clima de riesgo había llegado a La Parada con el paso del gerente de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de Lima, Gabriel Prado, y de dos camionetas PNP, en una labor de inspección para establecer cuáles eran las rutas que seguían los camiones abastecedores hacia el mercado. La comitiva peinó lentamente el damero y se retiró. Entonces, unos 300 vándalos retornaron a los tugurios de La Victoria, Barrios Altos, y a los cerros San Cosme y El Pino, principalmente. COMERCIANTES PAGARON 15 MIL SOLES: Los recorridos ediles se repitieron casi dos semanas y en distintos turnos. La idea era precisar además el horario de mayor afluencia de vendedores y las vías que los agentes debían seguir para bloquear el acceso de los volquetes. Pero el ojo de comerciantes, dirigentes y estibadores ya estaba en todas partes. Sabían que el desalojo era inminente, y cercano, así que apuraron en cuajar una organización que ya iba en marcha. Sobre la mesa se negoció “la presencia de un matón” por 100 soles y el pago de 150 si estos llegaban con armas artesanales, bomba cacera y/o verduguillo. Elcomercio.pe accedió al testimonio de dos comerciantes que hoy buscan instalarse en el Mercado de Santa Anita: “Tres hombres recogían el dinero y anotaban el número de los predios. Nos decían que la policía iba a entrar por la avenida 28 de julio, pero de Pisagua o 3 de febrero no pasarían. Tuvimos seguridad y pagamos”. Según estimaron, la cuota entera fue abonada por unos 150 de los casi 800 comerciantes. El pozo inicial habría sido de casi 15 mil soles y tal jugoso botín fue así el imán para más hampones. PUNTOS ESTRATÉGICOS: La mañana del jueves 25 de octubre, un movimiento inusual de patrullas en la avenida Aviación volvió a inflamar tensiones. Para el mediodía cientos de ex convictos, requisitoriados, cogoteros, estibadores y pandilleros comunes habían tomado de nuevo la plazuela Santo Cristo, en Barrios Altos; el cruce del jirón Lucanas con la avenida Grau, en el Cercado de Lima; la llamada ‘Canchita’ en la urbanización Manzanilla; y los extramuros del Mercado Mayorista 1, esos cuatro sitios claves que ya tenían prefijados para iniciar ‘la defensa’. A las 3:00 p.m. mientras 500 efectivos de la Unidad de Operaciones Especiales aguardaban por Gabriel Prado y el equipo municipal que lo acompañaba desde la Central de Seguridad Ciudadana, en Cantagallo, hacia el cruce de 28 de julio con Aviación, en La Victoria, las hordas de amplísimo prontuario policial marchaban para flanquear los ingresos por estas avenidas, así como las vías Bausate y Mesa y San Pablo. Los que emprendieron rumbo desde el óvalo Santo Cristo (hampones de Comas, La huerta perdida, Cinco esquinas y General Prado) se instalaron en 28 de julio. Aviación fue cubierta por el grupo reunido en ‘La Canchita’ (provenientes de Tacora, San Jacinto y La pólvora). San Pablo e Hipólito Unanue fueron rodeadas por la mayor cantidad de maleantes, que bajaron de los cerros San Cosme y El Pino para congregarse en la parte posterior de La Parada. Apenas fue divisado el primer tráiler con los bloques de concreto de 3 toneladas con que el destacamento de uniformados iba a restringir la llegada de los volquetes abastecedores, comenzó la embestida. A las 5:30 p.m. las turbas habían aplastado todo principio de autoridad y, ante el repliegue policial, se sintieron tan fortalecidos y dueños del lugar que saquearon a su antojo el emporio de Gamarra. FALLAS DE ORIGEN: No fue un golpe bandolero de suerte, en absoluto. El éxito de la resistencia derivó de un ‘orden’ instalado dentro del aparente descontrol que gobernaba el centro de abastos. “El cobro de cupos ahí era continuo. Vehículo que pasaba por la zona debía pagar a grupos de maleantes que tomaban cuadras enteras, sea particular o de transporte público. Los mismos comerciantes, para sentirse más seguros y no estar en el fastidio que les roben, también contrataban delincuentes que los protejan, y así se extendían en el damero. Estos mismos manejan grupos criminales en otras zonas y al ver amenazada su fuente de dinero, estaban a la espera de la intervención. Dentro de los mismos lugares de compra venta estaban camuflados. De los puntos donde se reunieron solo hay cinco minutos a La Parada”, dijo a elcomercio.pe el mayor PNP (r) Carlos Zamudio Coaguila, subgerente de Seguridad Ciudadana de La Victoria. ¿Sabía la comuna limeña que así ‘funcionaba’ quizá el sector más peligroso de Lima? Consultado al respecto, Gabriel Prado dijo a este portal web: “No puedo irrogar el trabajo de la Policía. No hago labor de inteligencia. No tengo que prever eso, no es mi función prever ese escenario. (…) El número de efectivos o la logística para la intervención no lo decide la municipalidad, eso es una decisión que está en el plan de operaciones de la PNP. Hubo errores, imperfecciones”. Los yerros no solo alcanzaron el nivel de un aparente desconocimiento sino que tampoco se buscó resarcirlo sobre la marcha. El funcionario de la comuna victoriana también informó que ni personal de la comuna limeña ni oficiales de la PNP solicitaron detalles sustanciales en torno al movimiento delictivo dentro de La Parada. “Nos enteramos cuando la situación ya estaba desbocada. Hubo un exceso de confianza, no se advirtió la psicosis que tenían ahí los empresarios pensando en que los iban a desalojar”. La masacre a la policía supone que no se ejecutó un trabajo de inteligencia. El empape del tema habría llegado a pedradas, palos y la demencia del hampa en su máxima expresión durante la jornada fallida del jueves 25. No obstante, el congresista Octavio Salazar, ex ministro del Interior y jefe de la VII Dirección Territorial de la PNP dio este comentario a elcomercio.pe: “Cuando no recibe presión, la Policía hace bien su trabajo. Si comparas el jueves con el sábado hay diferencias, siendo los mismos actores. En la primera operación hay un tema irregular. Pudo haber una presión de la PCM o del Gobierno. *Si la Policía no tiene tiempo para hacer una labor de inspección secreta y de frente la mandan así, los resultados son lamentables*”. INTELIGENCIA ACUSA: En un informe secreto de la PNP se consigna como principal sospechoso de impulsar la salvaje arremetida contra los custodios al ex miembro del MRTA Elmo Ramos Acosta, quien actualmente encabeza el Gremio de Resocialización de La Victoria y Alrededores (Greva). La investigación indica que esta agrupación, cuyos miembros –ex convictos y procesados- ejercen control en La Parada mediante el cobro de cupos y extorsiones, reclutó a casi mil revoltosos para reprimir la primera incursión policial. El nexo entre Ramos y la dirigencia de La Parada, según el documento, fue la comerciante Marcela Apacia Hilario. Ambos son investigados. El ex subversivo fue, en efecto, uno de los tres hombres que pasearon repetidamente el mercado en busca de los 100 soles por hampón contratado. Fuentes de Inteligencia que siguen el caso Greva revelaron que con estos detalles también habían dejado claro que el mejor momento para el desarrollo de la operación era a las 2:00 a.m. Además que sí se otorgaron datos concretos a altos oficiales sobre la organización delictiva dentro del centro de abastos, pero esto no se habría tomado en cuenta dentro de la Dirección de la PNP y la VII Región Policial. En torno al horario, Gabriel Prado ha dicho: “No se optó por la madrugada porque el pico de atención ahí es de 6 p.m. a 6 am. El día D y hora H es prerrogativa de la PNP, no de la alcaldesa ni de funcionarios. Se decidió que sea el jueves y desde las 6:00 a.m. de ese día estuve esperando la indicación de la Policía”. ¿Es posible que para ese momento, aún a 24 horas, ni la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, ni el director de la PNP, Raúl Salazar, conocieran de fecha y momento de acción como sí sus subalternos? Ayer, luego que se conociera del relevo de seis altos jefes policiales por “actuar con imprecisión”, Salazar negó haber tenido conocimiento de ello, aunque anotó que sí sabía de la operación. Lo mismo ya había adelantado Villarán a mitad de semana durante su presentación en el Congreso. Una llamada anónima a Canal N tendió aún más la estela de dudas. “Raúl Salazar ha estado coordinando todo desde su casa con el señor Gabriel Prado”, dijo un presunto vocero de la Unidad de Servicios Especiales. La ecuación funciona igual de ambos lados. Si Villarán o Salazar sabían del día y hora de acción, queda claro un proceder negligente. De no haberlo sabido, la toma de decisiones que no corresponden en el interior del municipio o la Policía habría dejado activada otra alarma.

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