lunes, 24 de septiembre de 2012
EL RIESGO DE PERDER SOGA Y CABRA
El presidente Ollanta Humala (lo ha dicho muchas veces) quiere terminar su mandato como uno de los mejores gobernantes (si no el mejor) que haya tenido el Perú.
Si este es su proyecto, en un país tan complejo y desestructurado, Humala sabe que no puede pretender hacer gobierno y Estado solo, desde la sola Presidencia de la República y con la sola compañía decisiva, en el ejercicio del mando supremo, de la señora Nadine Heredia, su esposa.
Sin partido político vivo y actuante, sin otra oposición crucial que el arca de Noé de sus propias filas, incluida su familia paterna, Humala carece de apoyo y aliados importantes y estratégicos. Alejandro Toledo no es golondrina que haga verano. Y Mario Vargas Llosa no está para poner la mano al fuego por todo.
La reciente convocatoria de un grupo plural de connotadas personalidades en funciones de asesoría y consultoría de la Presidencia del Consejo de Ministros parece revelar, por eso mismo, el propósito de atenuar indirectamente, desde esa instancia del poder, la fatiga de la soledad presidencial.
Desde este COAP democrático (muy lejos del COAP velasquista) el primer ministro Juan Jiménez piensa suplir la ausencia de potenciales cuadros de asesoría técnica, política y especializada, más allá de aquellos otros que lindan con la obediencia operativa, la cortesanía burocrática y la adulonería palaciega.
Salomón Lerner tuvo el buen propósito de hacer lo mismo que Jiménez, pero fue sobrepasado por un entorno que no se diferenciaba mucho del COAP velasquista y que contribuyó a labrar su salida de la PCM. Ese entorno forma parte ahora del frente amplio Fuerza Ciudadana, que aglutina a la izquierda tradicional que se negó a acompañar el giro de Humala hacia una economía abierta, contra lo hecho en Chile, Brasil y Uruguay por una izquierda moderna que se negó más bien a perder el tren de la historia.
Humala sabe también que no es lo mismo ser un buen presidente que un buen gobernante. Se necesita la habilidad adicional para encarrilar a gobiernos regionales dentro de una descentralizada y disciplinada subordinación al poder central y para trabajar de la mano de los demás poderes públicos, sin afectar los contrapesos naturales ni quejarse de ellos demasiado tarde, como lo hizo el sábado 22, en su entrevista con Raúl Vargas y Guido Lombardi, al criticar las inacciones y contradicciones del Congreso, el Poder Judicial y la Fiscalía.
Con un crecimiento económico que exige una alta cuota de gestión eficiente en la administración pública, libre de trabas burocráticas; con amenazas criminales como el terrorismo y el narcotráfico; y metas en educación, salud y seguridad ciudadana abandonadas a su suerte, Humala debe reconocer que lo queremos más como gobernante que como presidente, construyendo Estado más que destellos de poder y peor aun destellos de poder compartido.
A propósito de esto último, Humala no puede gobernar pensando en el futuro político de Nadine Heredia. Ambos pueden perder soga y cabra, respecto de sus mejores ambiciones.
PRIMER LEGADO: Una educación libre del secuestro del Sutep
-Si el presidente Ollanta Humala quiere ser recordado por la historia, tiene aún la oportunidad de sacar a la educación peruana del control de Patria Roja, para luego construir en función de ella una política de Estado a largo plazo, creíble y confiable.
SEGUNDO LEGADO: Rescatar los territorios tomados por Sendero
-Lo que haga el presidente por rescatar los territorios hoy tomados por las mafias del terrorismo y el narcotráfico no solo le devolverá la paz y la seguridad al país sino la confianza en la actuación gubernamental firme y eficaz.
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