Erase una vez en el colegio

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domingo, 15 de julio de 2012

VOTANDO CON LOS PIES

No tienen salida al mar. Un territorio pequeño y sin recursos naturales. Pero cuentan con un estándar de vida que supera incluso a sus pares europeos. Un estado mucho más eficiente. Una presión tributaria menor a la de otros países con niveles de ingreso similares. Y básicamente se dedica a producir chocolates, relojes, cuchillas y servicios financieros. Es un país neutral, que no se pelea con nadie y que se conforma con que lo dejen vivir en paz. El suizo promedio es menos quejoso, más "easy going", más despreocupado y, quizas, más feliz que sus vecinos del continente. Todo funciona "como reloj suizo". ¿Son los suizos más responsables u honrados por algún condicionamiento genético?. Evidentemente no. Lo que explica por qué son así, son las reglas que tienen.
Los suizos van a votar varias veces al año. Eligen a todo el mundo y continuamente tienen referendos por cualquier cosa. En marzo pasado decidieron por votación que no se iba ampliar las vacaciones de un mes a un mes y medio (¿se imaginan el resultado de la misma votación en el Perú?). En Zúrich hubo una votación para ver si se creaba una zona roja especial para la prostitución. Los ciudadanos pueden proponer con relativamente pocas firmas reformas constitucionales. Votan sobre si van o no a exportar armas. Votan hasta en temas presupuestarios.
Sin embargo, la democracia directa puede ser peligrosa. Las podrían arrasar los derechos de las minorías. Pero los suizos no solo votan en las ánforas; votan con los pies. El país está dividido en más de una veintena de cantones, circunscripciones territoriales para definir sus propias políticas. Pueden fijar sus propios impuestos. Más que un país, es una confederación de pequeños países.
Si uno vive en un cantón y le suben los impuestos sin darle más servicios, se muda a otro que ofrece menos impuestos. Uno escoge, como en el mercado, las combinaciones de precio (impuestos) y calidad (servicios públicos) que mejor le parezcan.
Los estudios demuestran que el sistema político suizo (que a primera vista parece descabellado) genera funcionarios públicos mucho más eficientes al gastar, y que requieren menos impuestos para hacer lo mismo. Solemos partir de la premisa (errada) de que el Estado es un monopolio. Pero no tiene por qué serlo. Lo que han hecho en Suiza es comprender que la competencia es buena, incluso en la política. La combinación de competencia electoral intensa y continua con la competencia institucional entre los cantones demuestra que los ciudadanos podemos controlar al Estado si es que tenemos las herramientas adecuadas. Suiza no es el único ejemplo. El sistema federal de Estados Unidos explica su desarrollo en los siglos XIX y XX. Bien visto, Estados Unidos (y su nombre lo indica) no es un país, sino cincuenta países, con sus propias políticas y con capacidad de crear impuestos diferenciados. La libre movilidad de los ciudadanos hace que los estados compitan. Esa competencia generó desarrollo económico porque creó incentivos para mejorar leyes y gobiernos. Parte de la debacle estadounidense en los últimos años se explica por un reforzamiento del gobierno federal, que ha generado la tendencia a monopilizar ciertas políticas (en especial regulatorias) y que termina operando como un cartel en el que los Estados dejan de competir y los ciudadanos pierden la capacidad de votar con los pies. Mientras los políticos no compitan, los ciudadanos quedaremos sujetos a sus designios y a su incapacidad. La falta de competencia genera gobernantes, presidentes regionales y congresistas chatarras. Qué pena que la reforma esté en manos de los propios políticos: nadie reparte las palas con las que lo van a enterrar.

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